Es bien conocido que el crítico de espectáculos cumple un rol de intermediario entre la información artística recopilada y su potencial público, que deberá elegir por las opciones que se le presentan. Esta intermediación lo vincula en forma directa o indirecta con la función de un publicista.
Ahora bien, aquí radica el principal peligro de una crítica carente de libertad "contaminada" por la influencia de lo publicitario. La crítica cinematográfica televisiva es una muestra de ello, ya que generalmente las propias distribuidoras de cine entregan su material procesado a los noticieros, que se encargan de emitirlo. Así, se hace casi innecesaria la presencia de un crítico en la televisión; a esto hay que agregarle que cualquier figura pública mediática puede aconsejar ver o no ver una película o una obra de teatro (con o sin beneficios económicos).
Son muchos los autores que relacionan la publicidad con la crítica. Martha López Gil en "Filosofía, modernidad y posmodernidad" dice que "la publicidad suplantó a la crítica porque es una mediación que supo acercarse sutilmente a la gente".
Asimismo, Walter Benjamín asevera que con la crisis de los conceptos de "imparcialidad" y "objetividad", "la crítica ha quedado muy por debajo de la publicidad".
Roland Barthes nos indica que "la publicidad ha generado una industria de la profundidad, término muy relacionado con lo artístico".
Por último, Roman Jakobson vincula la crítica con la función conativa, rasgo fundamental que también posee la publicidad. Tanto una como la otra orientan el mensaje hacia el receptor; éste mensaje busca una respuesta y una decisión del destinatario.
La publicidad tiene como objetivo primordial vender un producto y construir un deseo en torno a él. La crítica también, ya que induce al consumo o al no consumo de un bien "cultural".
Según el periodista y crítico argentino Federico Irazábal, en "Por una crítica deseante", la gran diferencia entre ambas radica en la culpa: "la publicidad no tiene la culpa de ser lo que es, mientras que la crítica intenta huir de su función publicitaria".
El propio Irazábal nos amplía el concepto y nos da a entender que el crítico "vende" al medio (para quien trabaja) y al público su conocimiento, su formación y su saber. Agrega que "el lector consume un suplemento de espectáculos para saber qué productos le está permitido (según sus gustos y preferencias) consumir, sin desperdiciar tiempo-ocio".
Como se ha visto, al crítico le es muy difícil estar al margen de la "comercialización" de su producto; pero un periodista libre y responsable no deberá confundir la información con el elogio publicitario, ni mezclar (por ejemplo, en un medio gráfico) el dato informativo con las páginas de publicidad.
Jorge Ferrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario